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Ananías y Safira: Una fe fingida

ananías y safira engaño espíritu santo fe iglesia primitiva jesús Jul 10, 2024
Ananías y Safira: Una fe fingida
  • Ananías y Safira son parte de la lista negra de la Biblia por fingir una fe que no tenían.
  • Los milagros y evidencias del poder de Dios no producen verdaderos creyentes.
  • Es imposible provocar en nosotros la obra que solo el Espíritu Santo hace en nuestros corazones.
  • La fe no se puede fingir durante mucho tiempo.
  • Tarde o temprano todo sale a la luz

 

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Ananías y Safira: Una fe fingida

La historia de la iglesia cristiana está llena de historias de hombres y mujeres de fe. Personas que creyeron en la vida, muerte y resurrección de Jesús de manera que sus vidas, en muchos de los casos, fueron transformadas de manera inmediata. Las personas que escuchaban de Jesús y veían los milagros por medio de sus apóstoles y discípulos, creían en las buenas nuevas y sus vidas cambiaban, daban testimonio del poder de Dios para redimir y transformar.

No obstante, no todos los que escuchan, creen. Al no creer, la evidencia de su fe es fingida o no real. Eso sucedió con Ananías y Safira, un matrimonio que está incluido en la lista negra de la Biblia. Su fe fingida nos deja una enseñanza que no podemos pasar por alto. Su historia nos lleva a la reflexión, pero también a pedirle a Dios que nos muestre si nos parecemos a ese matrimonio más de lo que quisiéramos parecernos.

El Espíritu Santo entre nosotros

El libro de Hechos nos narra la historia de los orígenes de la iglesia de Cristo después de su resurrección y ascensión al cielo (Hch 1:11). El Catecismo de Heidelberg nos habla acerca de los beneficios de la ascensión de Cristo al cielo y uno de ellos es:

Nos envía su Espíritu a la tierra como garantía correspondiente ( Jn 14:16; 2 Co 1:21-22; 5:5). Por el poder del Espíritu ya no buscamos las cosas terrenales, sino las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios (Col 3:1-4).[1]

Al ascender Cristo al cielo, nos dejó al dulce Espíritu Santo con nosotros y en medio nuestro. Cuando creemos en la obra de Cristo, es el Espíritu Santo el que pone en nosotras el querer como el hacer en la vida diaria. Ahora lo que hagamos será en respuesta a lo que hemos creído de Cristo y viviremos de acuerdo a la fe que tenemos en Él.

Es después de recibir el Espíritu Santo que, como la Biblia nos narra en Hechos 4 y 5, los hombres y mujeres veían los unos por los otros porque, sin duda, el creer en Jesús une a las personas en un mismo sentir, en un amor genuino que no busca lo suyo, sino el bienestar del otro por amor y gratitud a Jesús.

Todos los creyentes eran de un solo sentir y pensar. Nadie consideraba suya ninguna de sus posesiones, sino que las compartían. Quienes poseían casas o terrenos los vendían, llevaban el dinero de las ventas y lo entregaban a los apóstoles para que se distribuyera según la necesidad de cada uno (Hch 4:32, 34 NVI cursivas añadidas).

La fe nos hace libres

La fe verdadera, la fe en Jesús, cambia el lugar donde nuestros afectos se encuentran. La fe en Jesús nos hace libres, libres del pecado, pero también libres para amar, dar y ser generosos con otros. Dejamos de ver sólo por nosotras y nuestro bienestar, porque entendemos que Cristo se despojó de todo para venir en rescate nuestro, por amor, por generosidad, por misericordia…

Eso estaba sucediendo en la iglesia primitiva. Las personas vendían sus posesiones, sus bienes materiales, para ayudar a la iglesia que se estaba levantando, pero también a todos los que tenían alguna necesidad. No obstante, es ahí donde el matrimonio de Ananías y Safira hacen acto y presencia, es ahí donde sus nombres serían inscritos en la lista negra de la Biblia.[2]

Un hombre llamado Ananías, con su esposa Safira, también vendió una propiedad. En complicidad con su esposa, se quedó con parte del dinero y puso el resto a disposición de los apóstoles (Hch 5:1-2 NVI).

¿Qué pasaría por la mente de ese matrimonio? ¿Cuál sería su intención al quedarse con parte del dinero? ¿Tendrían temor a perderlo todo? La Biblia no nos da detalle del por qué lo hicieron; sin embargo, podemos especular un poco si pensamos en que es probable que hayamos actuado así en algún momento de nuestra vida.

Fue una multitud la que vendió sus posesiones para ayudar a los más necesitados, quizá Ananías y Safira se dejaron llevar por el momento, por la emoción o simplemente querían ser parte de lo que estaba sucediendo. Así que actúan y venden su heredad.

—Ananías —le reclamó Pedro—, ¿cómo es posible que Satanás haya llenado tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo y te quedaras con parte del dinero que recibiste por el terreno? ¿Acaso no era tuyo antes de venderlo? Y una vez vendido, ¿no estaba el dinero en tu poder? ¿Cómo se te ocurrió hacer esto? ¡No has mentido a los hombres, sino a Dios! (Hch 5:3-4).

Una fe fingida

¿Cuál fue el pecado de Ananías? Codiciar, engañar, fingir piedad y generosidad. Él era el dueño de la heredad, podía haberla conservado y nadie habría reclamado nada. Sin embargo, al dar una parte de lo que recibió por ella, fingiendo que era la totalidad de lo que había recibido, fue un error. Pretendió engañarlos haciendo creer que era generoso, cuando la realidad es que codiciaba para sí.

Su fe era fingida ¿por qué?, porque en el contexto en el que sucedieron las cosas, quienes dieron de lo suyo sin retener nada, fue a causa de una transformación genuina. Las personas fueron liberadas del amor a las posesiones y llenas del amor de Cristo por su iglesia. Aquellas personas fueron libres de dar por cumplir las expectativas de otros. Una renovación que viene de parte del Espíritu Santo de Dios.

Hay esperanza

Lo que Ananías y Safira hicieron aquel día nos deja enseñanza de que no es necesario fingir la fe; no es necesario aparentar un cristianismo solo para pertenecer o no pasar como alguien que no ha recibido la fe. No finjas una fe que no tienes, por temor a que otros sepan que no tienes fe.

Ananías y Safira murieron aquel mismo día, no porque no dieron la totalidad de lo que tenían. Ellos mueren para advertir a la iglesia de aquellos días y a nosotras también de que, con Dios no se juega. Quisieron imitar y provocar en ellos lo que la obra del Espíritu Santo hace en los corazones de aquellos quienes han creído en Cristo y el poder del Evangelio.

Dios ha extendido su gracia y su misericordia para que los pecadores vayamos en arrepentimiento y fe en Cristo.  Él, al perdonarnos, comienza un proceso en el que día a día estaremos siendo transformadas para dejar nuestra vieja manera de vivir. No tenemos que fingir nuestra fe. Vayamos delante de Dios y recibamos de Él su ayuda oportuna.

 

Aprende

¿De qué forma puedes dar testimonio de que tu fe es genuina? ¿Cómo respondes cuando otros dan testimonio de la obra de Dios en ellos?  

Vive

Lee Filipenses 1:6 y responde: ¿Qué promesa de esperanza encuentras para ti? ¿Cómo actuarás en respuesta a esa promesa? ¿Con quién lo compartirás?

Ora a Dios con gratitud por su obra en ti, porque aunque pueda parecer imperceptible a tus ojos, su promesa es fiel. Él está haciendo su obra en ti, día a día y hasta el día de Cristo.

Lidera

Comparte con alguien que pudiera estar experimentando una fe que no tiene, solo para aparentar. Háblale de la esperanza en Cristo y del poder de Dios para avivar su fe. Oren juntas para que, a partir de ahora, den evidencia de su fe sin necesidad de fingir, sino sabiendo que en Dios, su obra es un día a la vez.

 

Recursos

https://radioeternidad.com/podcast/mujer-para-la-gloria-de-dios-mujeres-de-la-biblia-ananias-y-safira-05-03-2016/

 

[1] https://www.rca.org/about/theology/creeds-and-confessions/the-heidelberg-catechism/catecismo-de-heidelberg/

[2] https://www.reformadas.com/blog/LaListaNegraDeLaBiblia

 

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