¿Qué estás dispuesta a perder para seguir a Jesús? Conoce al joven rico
Nov 06, 2024
- ¿Cuánto amas a Dios? ¿Qué estarías dispuesta a hacer o dar para demostrarle a Dios que lo amas?
- Podríamos pensar que solo por decir que amamos a Dios es suficiente, pero se requiere poner en práctica lo que decimos creer.
- Confiar en la provisión de Dios no es para los que tienen escasez, también en la abundancia necesitamos fe.
- Somos generosos cuando hemos conocido al Dios que ha sido generoso desde la eternidad y hasta la eternidad.
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¿Qué estás dispuesta a perder para seguir a Jesús? Conoce al joven rico
¿Cuánto amas a Dios? ¿Qué estarías dispuesta a hacer o dar para demostrarle a Dios que lo amas? ¿Qué es eso que sabes que no podrías entregarle a Dios por mucho que lo ames?
Parecerán preguntas extremas o incluso ofensivas para algunos; sin embargo, es una realidad común que puede pasar desapercibida si no prestamos atención. Dios nos ha bendecido de muchísimas maneras, tantas que podríamos escribir cuadernos llenos de expresiones de gratitud por las bendiciones recibidas día a día.
Pero, ¿qué pasa cuando Dios nos pide todo lo que hemos recibido de parte de Él? ¿Cuál es nuestra actitud hacia ello? O ¿Qué pasaría si nos pide entregárselo a alguien más?
¿Qué debo hacer?
Es probable que hayas leído o escuchado acerca del joven rico que tuvo un encuentro con Jesús, si no, leamos un poco de él:
Cuando Jesús salía para irse, vino un hombre corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”. Jesús le respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios. Tú sabes los mandamientos: ‘No mates, no cometas adulterio, no hurtes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre’”. “Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud”, dijo el hombre. Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: “Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; entonces vienes y me sigues”. Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes. (Mr 10:17-19).
La pregunta del joven rico hacia Jesús es sincera y podemos percibir, al menos por lo que leemos, que realmente quería heredar la vida eterna porque asegura que ha seguido los mandamientos desde su juventud. ¿Puedes imaginar la vida de ese joven? Era una persona moralmente «buena» que «obedecía los mandatos de Dios», aunque con certeza sabemos que no lo hacía a la perfección; sin embargo, Jesús no lo contradice, lo que hace es poner a prueba su lealtad y su amor hacia Dios.
Esto me recuerda a la pregunta número 42 del catecismo menor de Westminster que dice lo siguiente:
«¿Cuál es el resumen de los diez mandamientos?
R. El resumen de los diez mandamientos es: Amar al Señor nuestro Dios de todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestras fuerzas y con todo nuestra mente; y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.»[1]
El joven rico argumentó que seguía todos los mandamientos desde que era chico; no obstante, el mandamiento mayor estaba siendo puesto a prueba: Jesús le dijo que una cosa le faltaba, que vendiera todo lo que tenía para darlo a los pobres y así tendría tesoros en el cielo, lo que implicaba evidenciar cuánto amaba a Dios y a su prójimo.
Por lo tanto, la tristeza que experimentó el joven rico nos deja ver que, aunque «amaba a Dios», amaba más las riquezas y no amaba a su prójimo. Si su anhelo de seguir a Jesús era genuino y quería recibir la vida eterna porque genuinamente amaba a Dios, entonces hubiera sido fácil renunciar a todo lo que poseía por amor a Él y por amor a los demás.
Es así que estaremos dispuestas a entregar todo lo que Dios nos pida para su servicio y para las demás cuando nuestra vida y nuestro corazón sean gobernados por Él. Esa conversación puso en descubierto una vez más que solo Dios es bueno porque Jesús evidenció que el amor del joven rico no era tan fuerte y tan sincero como lo decían sus palabras.
Dios es nuestro proveedor
Nos gustaría que al leer esta historia te dieras cuenta de que no somos tan distintas al joven rico. Aunque no sabemos qué pensó y por qué se entristeció al pedirle que entregará sus riquezas, quizá nosotras hemos estado en la misma disyuntiva: saber si damos o no de lo nuestro para ayudar a alguien.
Como pecadoras no confiamos en que Dios proveerá para nosotras, constantemente olvidamos que la mayor necesidad que otros tienen no es solo monetaria o de bienes, sino que su mayor necesidad es Cristo. Por lo que nosotras debemos confiar en que Dios siempre cumplirá sus promesas y nos dará lo necesario.
Ahora bien, es importante que no tomes el ejemplo de esta historia como literal: no tienes que vender todo lo que tienes para demostrarle a Dios que lo amas y que amas a tu prójimo; de eso no se trata el relato. Lo que Dios quiere mostrar en este pasaje tiene que ver con lo importante que es examinar nuestros corazones a la luz del amor de Dios y el evangelio: cómo Cristo se entregó a sí mismo de manera tan generosa por amor a su Padre, pero también a nosotras (Ef 5:2).
Es por Él
Podemos ser generosas porque Cristo pensó en los demás antes que en Él, se dio a sí mismo para el rescate de nuestras vidas y abrazar esa verdad significa que podemos dar de lo que tenemos en respuesta a su obra y a su sacrificio. Recuerda que es por su gracia que compartimos lo que Él nos ha dado en abundancia y que su imagen está siendo perfeccionada en nosotras por medio del sacrificio de Cristo. Cada día es una oportunidad en la que podemos ser generosas aún con aquellos que podríamos pensar que no lo merecen y así apuntarlos a Cristo. Todo es de Él y lo que hacemos es por Él y para Él.
Aprende
¿Cuál es el primer y más importante mandamiento al que el joven rico falló? Lee Deuteronomio 6:5 y responde: ¿Qué te enseña esto sobre el corazón del hombre?
Vive
Lee Filipenses 3:8 y responde: ¿Qué cosas estarías dispuesta a perder con tal de conocer más a Jesús? ¿Qué darías a otros en nombre del amor de Cristo?
Ora al Padre para que te ayude a confiar en Él como tu proveedor, pero, sobre todo, a confiar en Jesús como tu mayor tesoro. Ora a Dios que escudriñe tu corazón y te muestre si hay algo que está desviando tu amor por Él y el amor hacia tu prójimo.
Lidera
Acércate a aquella mujer que has visto que le cuesta confiar en Dios como proveedor. Háblale de las promesas de Dios para su vida, cuéntale de cómo Dios ha sido fiel contigo. No guardes silencio, muestra a Cristo a aquellos que aún no lo conocen o que conociéndolo no han creído en su totalidad.
Recursos
https://www.desiringgod.org/articles/lord-all-i-have-is-yours
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