Yo no te condeno
Aug 03, 2022- Elizabeth Fry escuchó el evangelio a la edad de diecisiete años
- Escuchar el evangelio le permitió ver la pecaminosidad de la ambición humana
- Su corazón se llenó de compasión por los necesitados, en especial, por las mujeres encarceladas junto a sus hijos
- Visitó una cárcel de mujeres, enseñó el evangelio y el oficio de confección de ropa
- Las mujeres no sólo aprendieron un oficio, sino conocieron al Salvador
- No se libraron de las consecuencias de sus acciones, pero encontraron libertad en Jesús
- Gracias a su labor carcelaria, muchas mujeres imitaron su labor en sus países
- El evangelio fue proclamado en libertad de sus almas para ser mujeres productivas
Yo no te condeno
Siempre he pensado que las mujeres debemos ser verdaderamente solidarias con otras mujeres. Lastimosamente, en nuestro mundo competitivo, envidioso, que se compara constantemente, no se promueve la solidaridad entre unas y otras. Así como tampoco lo promueve nuestro propio corazón cuando vemos sufrir a otras mujeres que pecan diferente a nosotras, aún más si hablamos de mujeres encarceladas.
¿Quién es?
Elizabeth Fry inició su caminar cristiano a la edad de diescisiete años, cuando escuchó un sermón acerca de la existencia de Dios. Ella tenía un diario en el cual escribió: «Sé por experiencia cuánto me lastima formar parte del mundo porque me lleva a amar la pompa y la vanidad, los celos y la ambición».
Por ello, y afirmada en el evangelio, inició su labor reuniendo a los niños pobres de los alrededores de la casa de su padre en una gran lavandería, y allí les enseñaba del evangelio, todos los días. A los diecinueve años, Elizabeth se casó con el señor Fry, con quien tuvo once hijos. En 1812, doce años después de casarse, comenzó la labor del Señor por la que la historia cristiana la recuerda: socorrer a las mujeres encarceladas.
¿Qué hizo?
Ella testifica que durante esos años aprendió más acerca de la fe cristiana y la humildad que, para ella, se basa la religión verdadera (Stg 1:27). A pesar de su labor, era una mujer que disfrutaba de su jardín y hacía que su hogar brillara para sus niños, les enseñaba, oraba con ellos, salía de caminata por el campo y les transmitía el dulce placer de disfrutar el aire que Dios les concedía.
Esta bendición familiar la motivaba a orar para que el Señor la usara. Y así fue, en febrero de 1813, pidieron a la Sra. Fry visitar el ala femenina de la gran prisión de Newgate, a fin de que viera si podía hacer algo para aliviar el sufrimiento y mejorar la condición moral de las trescientas mujeres con hijos pequeños que estaban encerradas en pequeñas habitaciones sin ropa suficiente y que dormían en el piso aún en el frío invierno.
Elizabeth y su amiga Anna Buxton empezaron a visitarlas; reunieron dinero para comprar lo que ellas necesitaban. Ella relata: «Escuché que lloraban. Pero se produjo una calma muy solemne al hablar del amor y la justicia de Dios». Ella comenzó a confeccionar ropa para ellas y sus hijos. Cuatro años más tarde, creó una asociación de damas que trabajaran a su lado. El primer proyecto fue una escuela para los niños, y enseguida algunas de las madres solicitaron sumarse a las clases; el orden empezó a sustituir el caos.
El siguiente paso en el plan fue proveer empleo a las mujeres al enseñarles a confeccionar. Noticia que se difundió por toda Inglaterra y en los círculos cristianos. Las mujeres recibían enseñanza cristiana, empleo y muestras de compasión. Damas de alcurnia de toda Europa, reinas, princesas y la emperatriz de Rusia, procuraron aprender e imitar esta obra en sus países. [1]
¿Qué podemos imitar?
El secreto, por decirlo así, de esta acción, fue el anhelo y la compasión materna en el corazón de una mujer por sus hermanas perdidas, alimentada por su propia comunión con la compasión de su divino salvador, Jesucristo. De hecho, gracias a esta obra, la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores allanó el camino del mejoramiento del sistema carcelario para mujeres en todo el imperio, dejando paso para que ellas pudieran escuchar el evangelio.
En medio de estas obras públicas, su hogar no fue desatendido, porque como ella dijo a una de sus hijas: “«¿Qué sería yo sin Él?» Cristo jamás me abandonó, no puedo quedarme sentada con las bendiciones recibidas y no compartirlas con otras madres que pecan diferente a mí”. Al morir, su hija leyó las palabras de las Sagradas Escrituras: “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo. No temas, gusano de Jacob, oh vosotros los pocos de Israel, yo soy tu socorro, dice Jehová; el Santo de Israel es tu Redentor” (Is 41:13-14).
¿Cómo perseveramos en la fe en Cristo?
No hay nada más hermoso que tener amor genuino por la necesidad que tienen otras mujeres. Necesitamos perseverar juntas, cuidarnos, ayudarnos e impulsarnos unas a otras a buscar, amar y obedecer a Cristo por fe. No caminamos solas velando por nuestra vida, sino que asomamos nuestros ojos hacia la vida de otras y encontramos a quien ayudar. Hay mujeres a quienes les podemos recordar las palabras de Jesús: “¿Mujer, dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella dijo: Señor, ninguno. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno: vete, y no peques más”, Jn 8:10-11.
[1] Tomado del libro Sketches of the Women of Christendom, pp. 303-317
Aprende
¿Qué aprendes de la historia de la Sra. Fry?
Vive
Medita en las maneras en que has amado a tu prójimo según estos pasajes: Deuteronomio 15:10-11, Proverbios 3:27-28, Mateo 5:15-16
Lidera
Ora y busca oportunidades para que el Señor te utilice donde no muchas desean ir a evangelizar
Otros recursos
https://mujeresdeesperanza.org/2020/12/consejos-para-mujeres-en-prision.html
https://somossoldados.org/los-beneficios-de-un-ministerio-de-mujeres/
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