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¿Por qué Jesús anduvo con malas compañías?

Mar 06, 2024
¿Por qué Jesús anduvo con malas compañías?
  • Cancelamos a Jesús cuando, como los fariseos, nos sentimos superiores a los que no conocen a Jesús, como si nosotras fuéramos menos pecadoras que ellos.
  • Cancelamos a Jesús cuando, en vez de orar y tener compasión por los corruptos, enfermos, incrédulos, los juzgamos y nos alejamos de ellos.
  • Tanto Zaqueo como los endemoniados y el leproso tienen algo en común con nosotras: necesitan la salvación que obtuvieron por fijar sus ojos en Jesús.
  • Todas somos pecadoras y desobedientes de la ley de Dios, merecemos la muerte y separación eterna de Dios. Pero Jesús nos salvó por gracia.

 

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¿Por qué Jesús anduvo con malas compañías?

¿Alguna vez te han dicho que no te juntes con cierta persona porque es mala compañía? ¿Has escuchado el famoso refrán que dice «dime con quién andas y te diré quien eres»? ¿Has sido una mala compañía para alguien o has rechazado a alguna persona por su comportamiento? Jesús nos quiere enseñar lo poco objetiva que es esta idea sin el contexto correcto. En el tiempo de Jesús, como en el nuestro, juzgamos a las personas por su apariencia, y aun siendo verdaderamente malas e incrédulas, no ofrecemos la compasión y misericordia que previamente recibimos.

Contexto del texto

Jesús es conocido por ser el amigo de los pecadores (Mt 11:19). Ahora bien, definamos qué es un pecador para comprender las tres historias de tres pecadores que conoceremos. Un pecador, según la Biblia, es el transgresor de la ley de Dios (1 Jn 3:4). Nadie jamás ha cumplido u obedecido la ley a cabalidad. El mero hecho de desobedecer la ley en un solo punto hace culpable de desobedecer toda la ley a cualquier persona (Stg 2:10). Con esto afirmamos lo que Pablo dijo: «por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Ro 3:23). Esto quiere decir que: todos los seres humanos somos pecadores. Escrito está que no hay ni una persona buena o justa (Ro 3:10), lo que implica que todos necesitamos lo mismo: a Jesús y su salvación. Es decir, necesitamos a un salvador divino, alguien fuera de nosotras y a parte de nosotras.

Zaqueo, los endemoniados y el leproso son personajes que se relacionaron con Jesús porque Él los buscó intencionalmente. La sociedad, especialmente los líderes religiosos, criticaron las malas compañías de Jesús, ya que, en sus mentes, un judío no se relacionaba con los paganos (recordemos que los fariseos elevaron la ley mosaíca a un comportamiento exagerado), pero olvidaron que la ley también los llamaba a cuidar al huérfano, al necesitado, al extranjero, a la viuda y a los pobres para que conozcan a Dios. ¿Por qué? Porque esto mostraba precisamente lo que Pablo dijo: «no hay ni una persona buena o justa, todos necesitamos salvación gratuita».

Zaqueo era el jefe de los recaudadores de impuestos, se sabía que era un hombre corrupto debido a su riqueza, y seguramente esa fue la fama que tenía. Jesús lo ve y le pide que lo invite a su casa, y Zaqueo se apresuró a recibirlo con gozo. Mientras el pueblo murmuraba acerca de su acción: «Ha ido a hospedarse con un hombre pecador» (Lc 19:7). Lo impresionante no era conocer los bajos secretos de Zaqueo, sino lo que la visita de Jesús hizo en él: «Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguien, se lo restituiré cuadruplicado» (Lc 19:8). A lo que Jesús respondió: «Hoy ha venido la salvación a esta casa» (Lc 19:10).

Los endemoniados y leprosos eran otro tipo de personas en esta ciudad. Eran rechazados por los líderes. Los rechazaban para que no los contagiaran, pues no soportaban la idea de ser inmundos, o peor todavía, personas llenas de Satanás. Jesús no tuvo miedo ni de contagiarse ni de contaminarse, pues inmediatamente, liberó a los endemoniados y sanó al leproso, no sin antes afirmar la salvación por la fe de ellos (Mt 8:28-34;1-4). ¿Qué movía a Jesús? La compasión: «Al ver las multitudes, Jesús tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9:36). La ley sí pedía que los leprosos y endemoniados se aislaran, pero había ofrendas de sacrificio para sanarlos, es decir, había perdón y salvación.

Juicio de los hombres

Ahora bien, hasta aquí podríamos entender las acciones de Jesús, pero en ese tiempo, ni los líderes ni la sociedad lo entendieron. Estaban tan llenos de sí mismos y su buena conducta que dejaron a un lado la misericordia, la justicia y la humillación ante Dios (Mi 6:8). Al final, los líderes no creyeron que Jesús era el Hijo de Dios, mucho menos que era Dios encarnado. Los fariseos perseguían a Jesús y procuraban matarlo (Lu 19:47-48), además, mentían sobre Él diciendo que su poder para echar fuera demonios procedía de Satanás (Mt 9:34). Lo que hacían, además de ser pecado, es lo que hoy llamaríamos escepticismo. No creen en lo sobrenatural solo porque no cabía en su cajita legalista. No creían en Jesús porque sus corazones estaban tan endurecidos por la rigidez de cumplir la ley en sus fuerzas creyéndose ya hijos legítimos de Dios o Abraham (como ellos decían) que, teniendo a Dios mismo frente a ellos, no lo reconocieron.

El juicio de superioridad, que es orgullo, ciega a cualquiera (Jn 12:40). Al final, la acusación de que Jesús andaba con malas compañías era otra manera que los líderes religiosos usaban para alejar lo que creían que era peligroso para su poder ministerial. Lo que no nos gusta inmediatamente lo tachamos como no propio de hacer. Ellos cancelaron a Jesús. Tú y yo también lo hacemos cada vez que vemos a los pecadores, de quienes somos los primeros dijo Pablo (1 Ti 1:15), con desdén, con asco, con una justicia superior como si nosotras nos hubiéramos ganado la salvación, es decir, por mérito de bondad y justicia. Cancelamos a Jesús cada vez que nos negamos a orar por las personas hechas a imagen de Dios que se encuentran enfermos, en pobreza o por personas diferentes a nosotras que retan nuestro estándar moral y de comodidad. Cancelamos a Jesús cada vez que creemos que las malas compañías son los verdaderos pecadores, olvidando que nosotras aún pecamos, y quizá fuimos como ellos. ¿Cancelas a Jesús?

Enseñanza de Jesús

Si bien es cierto que las malas compañías corrompen las buenas costumbres, dijo Pablo, es también cierto que esas malas compañías deben entenderse en el contexto de la enseñanza. Pablo dijo a los corintos que, debido a que olvidaron el evangelio, prestaban más oído a las enseñanzas del mundo, lo que trajo división entre ellos y pecado abrumador como si fuesen del mundo. Ellos preferían estar con los inconversos para ser como ellos, no para salvarlos. En ese contexto, Pablo los llama a que: «volvieran a su sano juicio, como conviene, y dejen de pecar», (1 Co 15:34).

Cuando el pueblo decía que Jesús se juntaba con pecadores —las malas compañías— lo decían desde su prejuicio. Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lu 19:10). Su misión no era quedar bien con los líderes religiosos que necesitaban salvación también, sino ir por los pecadores, fueran quienes fueran, estuvieran como estuvieran. Si Jesús hubiera venido por los que estaban bien o al menos “medio bien”, ¿de quién hubiera sido el mérito del acercamiento de Jesús? De ellos. No sería gracia. Los fariseos decían a sus discípulos: «¿Por qué Él come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores?» (Mt 2:16). Jesús les dijo: «Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 2:17).

Esta era la misión de Jesús en su primera venida, «vino para que el mundo sea salvo por Él», (Jn 3:17). En su segunda venida, vendrá con espada a juzgar (2 Ti 4:1; Ap 19). Se esperaba que, según el mundo, anduviera con los «buenos», con los «bien portados», pero resulta que nadie lo es. Eso vino a enseñar Jesús: nadie es bueno en sí mismo. Desde Génesis 3, viven para ustedes mismos y son robadores de gloria. No pueden salvarse porque están infestados de sus obras muertas; son muertos con mera vida física, pero apartados de Dios. Si quieren tener una relación con Dios para vivir según su Palabra, crean en mí, porque solo a través de mí serán aprobados como justos y santos para la gloria de Dios.

Aplicación

No imagino la cantidad de veces que, como madre, yo misma infringí este principio de Jesús. Por el temor de que mis hijos no anduvieran con malas amistades, envié un mensaje equivocado sobre nuestra fe. Por supuesto que necesitamos sabiduría para guiar a nuestros hijos acerca de las malas compañías. En este sentido, el sabio Salomón nos da una clave para esto: «Ellos corren a cometer malas acciones; van de prisa a matar» (Pr 1:16). Es decir, ellos son practicantes de maldad, son necios habituales, no meramente ignorantes. Las malas compañías tienen efecto en nuestros hijos cuando no somos intencionales en colocar límites en cuanto a qué tipo de reuniones asistirán con ellos y en invitarlos a nuestros hogares para hablarles de Cristo. En la medida de lo posible, esta es una opción cristiana para no ser como los fariseos que rechazaron a otros de primas a primeras.

Todas pecamos, nadie se escapa de un acto de desobediencia según la ley de Dios. No es una desobediencia que procede de no tener una buena conducta, sino de una rebeldía abierta en contra de Dios que inicia en el corazón. Es por ello que Dios prometió darnos un nuevo corazón a través de la fe en Jesús para que, entonces, y solo entonces, podamos obedecer su ley (progresivamente) por amor a Él, no solo porque así nos vemos bien o mejor que otros.  En algún momento alguien ha pensado que nosotras no somos la mejor compañía o influencia de sus hijos o esposa o del jefe o de su hermana, sin embargo, Jesús no pensó así por cuanto nos salvó a pesar de nosotras. ¿Acaso no será mejor ser como Jesús? En vez de juzgar a otros, aun si son tan «malas compañías», ora por salvación antes de enaltecerte como los fariseos; mejor sé como Jesús.

 

Aprende

¿Qué significa andar con malas compañías?

Vive

¿Cuál consideras que es el pecado de quienes cancelaban a Jesús? Lee Salmos 138:6 para responder. Si consideras que has pecado de orgullo contra otros, ¿qué puedes hacer? Lee Santiago 4:7-10 para meditar, orar y pedir perdón a Dios.

Lidera

¿De qué maneras puedes motivar a tu grupo de mujeres o iniciar uno para evangelizar a otras? Haz un plan para determinar a quién te acercaras o a qué lugar asistirán, oren y preparen sus corazones para compartir del evangelio.

 

Recursos

https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/el-retraso-de-dios-reflexion/

https://volvamosalevangelio.org/el-costo-de-rodearte-de-gente-negativa/

 

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