Suscríbete

Saúl: El rey que no escuchó

arrepentimiento desobediencia obstinación perdón rebelión rey saúl Oct 09, 2024
Saúl: El rey que no escuchó
  • La obediencia a medias no es obediencia.
  • Cuando Dios da una instrucción debemos seguirla al pie de la letra.
  • Nuestros planes y proyectos deben estar alineados a la voluntad de Dios.
  • Reconocer nuestros pecados debe ir acompañado de un arrepentimiento genuino.

 

Suscríbete gratis aquí para conocer los recursos bíblicos que te acercarán más a Dios y a conocer su Palabra.

 

Saúl: El rey que no escuchó

En algún momento de nuestro caminar con Cristo, todas hemos querido hacer nuestra voluntad por encima de la de Dios, solo que no expresamos verbalmente nuestra oposición; sin embargo, aunque sabemos lo que Dios ha dicho, con nuestros actos evidenciamos el deseo de hacer nuestra voluntad porque consideramos que es mejor para nosotras.

Pues bien, este tema no es nuevo para nadie. La Palabra está llena de ejemplos en los que elegimos confiar en nuestro propio entendimiento en lugar de en la voluntad de Dios. Por eso quiero contarte la historia de Saúl, el primer rey que tuvo el pueblo de Israel. Fue un rey que, aunque tuvo excelentes consejos de parte de Dios por medio de uno de sus profetas, así como instrucciones claras para su vida y para su reinado, tomó sus propias decisiones que contradecían la voz de Dios. Por lo que él está en la lista negra de la Biblia:  pensó que desobedecer a Dios, rebelarse a Él y abusar del poder que se le había dado, no era grave a los ojos del Señor; y nunca se arrepintió ni pidió perdón.

Un rey que oye, pero que no escucha

En aquellos días, Dios hablaba por medio de sus profetas y daba instrucciones de manera puntual a los hombres que había elegido para realizar alguna tarea. Fue por medio del profeta Samuel que le dio una orden específica al rey Saúl, esta decía lo siguiente:

«El Señor me envió a que te ungiera por rey sobre Su pueblo, sobre Israel; ahora pues, está atento a las palabras del Señor. Así dice el Señor de los ejércitos: “Yo castigaré a Amalec por lo que hizo a Israel, cuando se puso contra él en el camino mientras subía de Egipto. Ve ahora, y ataca a Amalec, y destruye por completo todo lo que tiene, y no te apiades de él; antes bien, da muerte tanto a hombres como a mujeres, a niños como a niños de pecho, a bueyes como a ovejas, a camellos como a asnos”» (1 S 15:1-3 énfasis añadido).

Era una orden específica: Saúl debía obedecer al pie de la letra lo que Dios había mandado; sin embargo, más adelante podemos leer que no solo desobedeció, sino que además no mostró un arrepentimiento genuino por haberse rebelado a las palabras del Señor y por haberlo desobedecido.

Los versículos 8 y 9 nos dicen que «Capturó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y destruyó por completo a todo el pueblo a filo de espada. Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y lo mejor de las ovejas, de los bueyes, de los animales engordados, de los corderos y de todo lo bueno. No lo quisieron destruir por completo; pero todo lo despreciable y sin valor lo destruyeron totalmente». ¡Era una rebelión descarada al mandato de Dios!

¿Qué crees que pasaría por la mente de Saúl? ¿Por qué no siguió la orden de Dios? ¿Por qué se rebelaría contra Él? Saúl había sido elegido para ser el primer rey de Israel, fue ungido rey, ¿acaso olvidó lo honorable de su lugar y que era un emisario del Dios de los cielos? Su rebelión contra Dios (aunque sus razones fueran loables) y su obstinación no debían quedar sin confrontación ni impunes porque: «como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación» (1 S 15:23 RVR60).

Este ejemplo evidencia que Saúl oyó las palabras de Dios, pero no las escuchó. Es como si las instrucciones del Señor no tuvieran peso en la vida de Saúl, de forma que, los actos y las decisiones que tomó, es decir, apiadarse de Agag y conservar el botín que debía ser destruido ilustra que cualquier persona, aunque esté sirviendo a Dios, puede decir: Sí, Dios dice eso, pero yo considero… y considerar que tiene mejores ideas o que puede tomar mejores decisiones a pesar de lo que Él ya dijo en su Palabra.

Esto es más común de lo que pensamos, de hecho, con tristeza puedo ver cómo lo hemos normalizado al grado de que no nos parece algo grave, cuando en realidad, delante de Dios es una práctica que Él no tolera ni pasa por alto. Considerar que podemos cambiar un poco lo que Dios ha dicho y declarado en su Palabra sin que haya consecuencias es una necedad.

El arrepentimiento debe ser sincero

¿Qué sucedió con Saúl después? Su pecado no pudo ser ocultado por mucho tiempo, de hecho, esta práctica no dura para siempre. Quizá podríamos esconderlo al mundo entero durante toda nuestra vida, pero delante de Dios siempre estará presente.

Ahora bien, esto fue lo que sucedió con Saúl: el mismo profeta que le dio la instrucción de parte de Dios fue el que lo confrontó diciéndole: «¿Por qué, pues, no obedeciste la voz del Señor, sino que te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos del Señor?» (1 S 15:19). Ante una declaración como esta, pensaríamos que el rey Saúl podría clamar en arrepentimiento por misericordia y volverse a Dios, pero no fue así, no solo mintió al decir que había obedecido, sino que culpó al pueblo de tal incumplimiento y, además, pidió ser honrado cuando se le informó que delante del Señor estaba descalificado, que había quedado sin el respaldo y sin la cobertura de Dios (1 S 15:20-34).

Las actitudes de Saúl, así como sus peticiones al saber que su reinado había sido desechado por Dios, ilustran que su arrepentimiento no fue genuino. Saúl no mostró dolor ni pesar por haber sido desechado por Dios, a él solamente le importaba estar bien delante del pueblo de Israel. Es como si quisiera hacer la voluntad de Dios solo por lo que podría recibir de parte de Él, no para honrarlo, darle la gloria o que el mundo conociera el nombre de Dios.

¿Qué podemos aprender de esto? Pues bien, primero necesitamos conocer a Dios para estar sensibles al escuchar su voz y para no endurecer nuestro corazón. Además, necesitamos humildad para reconocer que si nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestros planes y nuestros proyectos contradicen la Palabra de Dios, no deberíamos considerarlos, sino desecharlos.

Segundo, necesitamos sabiduría para que, cuando hombres y mujeres de Dios nos confronten con nuestras actitudes contrarias a la voluntad de Dios, podamos enderezar nuestro camino y volver a Dios de inmediato. Hay tiempo, hermana, recordemos lo que Hebreos 3:12-13 nos dice:

Tengan cuidado, hermanos, no sea que en alguno de ustedes haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: «Hoy»; no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado.

 

Aprende

Lee Jeremías 17:9 y Proverbios 3:5 y responde: ¿Puedes recordar alguna ocasión en la que hayas pensado o actuado diciendo: Sí, Dios dice eso, pero yo creo…? De ser así, ¿de qué forma el Espíritu Santo te dio convicción de pecado y te llevó al arrepentimiento o a los pies de la cruz?

Vive

Lee nuevamente Hebreos 3:12-13 y responde: ¿Te has dado cuenta de que tu corazón se ha endurecido? ¿Cómo respondes cuando la Palabra de Dios te muestra que tus decisiones son contrarias a lo que está escrito en ella?

Ora a Dios para que te muestre si hay dureza en tu corazón. Ora también para que puedas ver alguna decisión que hayas tomado y que esté contradiciendo lo que Él ya ha dicho y pide perdón. De ser necesario, habla con una hermana mayor en la fe y rinde cuentas con ella.

Lidera

Afrontar nuestras malas decisiones es más sencillo cuando lo hacemos en comunidad, con otras personas que estén cerca a nosotras y que nos puedan hacer las preguntas difíciles y nos recuerden la gracia y el perdón de Dios.

 

Recursos

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/mujer-verdadera-365/dia-83-1-samuel-15-16/

 

¡Únete Reformadas hoy!

Y accede a los estudios Bíblicos gratuitos que satisfacen tu alma y aumentan tu fe.

¡Da clic aquí!