Tu gracia me sostiene
Aug 31, 2022-
Valetta es una mujer que nos muestra la esperanza viva que cree en medio del sufrimiento.
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A pesar de sus repetidas pérdidas, su esposo y sus dos hijos, la Palabra de Dios le daba esperanza.
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Después de quedarse sola y continuar con la misión, un hombre taiwanés viola sexualmente a Valetta.
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Su corazón devastado y confundido va delante de Dios en oración, creyendo que así como fue con Job, esto sería para la gloria de Dios.
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Ciertamente, escribió un curso bíblico para que, tanto su ofensor como la familia de él, se convirtieran a Cristo.
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Valetta perdonó a su ofensor como ella había sido perdonada, pero lo denunció para que asumiera las consecuencias de su acción.
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Sus palabras resuenan hoy: “Su gracia me es suficiente”. Pablo estaría de acuerdo, ¿y tú?
Tu gracia me sostiene
¿No es cierto que el sufrimiento constante es una de las razones por las que cuestionamos a Dios? La verdad es que somos seres humanos frágiles y dependientes de Dios y solo necesitamos reconocer que Él es nuestra esperanza y que está con nosotras como la Palabra lo afirma.
¿Quién es?
Esto nos enseña Valetta Steel, una mujer que a la edad de dieciocho años se casó con Henry Steel en 1950, cuando él comenzó su primer pastorado en una pequeña iglesia rural en Sherwood, Michigan. Su primer hijo, Danny, murió de dos años por leucemia. Tuvo dos hijos más, Leon y Lorna, quienes nacieron mientras sus padres respondieron al llamado de Dios a las misiones.
Años después, diagnosticaron a su esposo con la enfermedad de Hodking, y falleció en 1963. Para ese momento, Valetta experimentaba nuevamente el dolor de la pérdida. Viuda, a los treinta años y con dos hijos, emprendió el trabajo misionero. Nueve años después del fallecimiento de su esposo, Lorna y Leon tuvieron un accidente de carro y murieron, a lo que ella dijo: «De repente, sentí como si me hubieran empujado desde un alto risco hacia un mar furioso sin saber nadar. Sin embargo, en ese mismo instante, sentí los fuertes brazos del Espíritu de Dios. Le respondí al oficial: “Sé dónde están. Están con Dios”»[1].
¿Qué hizo?
En 1983, Valetta fue a Taiwan a trabajar en la evangelización de los jóvenes. Una noche, en 1990, un taiwanés, adicto a la pornografía, entró a su casa, intentó asfixiarla y la violó. Esa noche, Valetta experimentó un profundo dolor lleno de emociones e interrogantes acerca de dónde estaba Dios en aquel momento. No obstante, a través de la Palabra y del amor de su comunidad, reconoció que, aunque Dios lo hubiera permitido, así como fue con Job, Dios sería glorificado a través de esto.
Otras once mujeres presentaron cargos en contra de este taiwanés. Su pasado reveló robo, asesinato y violaciones. Sabiendo esto, y bien consciente de que ella era una pecadora perdonada, Valetta solicitó a su consejero taiwanés que la acompañara a transmitir el evangelio al condenado que ya estaba en prisión para decirle que lo había perdonado. Le dejó por correspondencia un Nuevo Testamento y un curso bíblico de su autoría.
La familia del taiwanés le pidió que retirara los cargos. Ella les explicó que lo había perdonado, pero que él debía asumir las consecuencias de su pecado. Aprovechó para compartir el evangelio con ellos, y todos se convirtieron a Cristo. En efecto, Dios fue glorificado a través del dolor de todos.
¿Qué podemos imitar?
Cuando le preguntaron cómo seguía caminando en medio de valles tan profundos, Valetta respondió: «Sé que Dios me ama. ¿Cómo lo sé? Miro la cruz. También sé, por estudiar al misionero Pablo, que el sufrimiento fue parte del crecimiento de los primeros cristianos. Dios no lo permitiría a menos que el resultado final sea para su gloria».
También le preguntaron cómo es qué ella podía perdonar al taiwanés, a lo que ella respondió: «Me perdonaron, por eso perdono. He tenido momentos de incertidumbre, pero la Palabra de Dios que muestra su amor y sus propósitos trascendentes constituyen los cimientos de la vida, y sé que Él no comete errores, todo es para su gloria, y eso me hace feliz».
Valetta es la primera en decir que lo central de su historia no es su dolor, sino el amor y el gozo transcendente de Dios. Nuestra reacción a su historia no debe centrarse en el camino que recorrió, ella no es la protagonista, es Aquel que camina a su lado y está en ella. El amor que la cubrió y sustentó también está disponible para ti. La Palabra que la guió es la misma Palabra en la que debes meditar y responder en obediencia.
Cada gota de amargura, de culpa, de enojo, nos priva de una gota de gracia y de un testimonio redentor de la bondad de Dios. Al final, Cristo es el mejor premio inmerecido que podemos tener. Aprendemos que la Palabra de Dios sostiene nuestra mente y corazón para que nuestros pies, manos y boca le sigan.
¿Cómo perseveramos en la fe en Cristo?
Nuestra perseverancia va de la mano de nuestros ojos recorriendo las verdades de Dios escritas en la Biblia. Nuestra perseverancia en fe va de la mano de ver la cruz para iluminar nuestra incapacidad de controlar el respiro que acabamos de exhalar.
El sufrimiento ciertamente toca las fibras más delgadas de nuestro falible cuerpo, de nuestro necesitado corazón y de nuestra mente no renovada. Sin embargo, aprendemos de Valetta y del apóstol Pablo que, aunque la adversidad golpee nuestra vida una y otra vez, la gracia de Dios es suficiente (2 Co 12:9).
Aprende
¿Qué aprendes del sufrimiento en la vida de Valetta?
Vive
Lee 2 Corintios 11 y medita en los sufrimientos del apóstol. Luego, medita en tus sufrimientos a la luz de 2 Corintios 12:9-10.
Lidera
Acompaña con este mensaje a una amiga que esté pasando por sufrimiento.
[1] De su libro, Trice Through the Valley, OMS International, Creenwood, IN, 1986, pp. 13-14
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