¡Yo también puedo! Cuidado con el pecado de Coré
Mar 06, 2025
- El servicio a Dios es glorioso.
- Servir a Dios en lo pequeño es tan glorioso como servir en lo más vistoso.
- Comparar nuestro servicio con el de otros nos puede llevar a la ingratitud y al descontento.
- Necesitamos reconocer que es Dios quien quita, pone y destina a sus siervos para los lugares en donde Él quiere que sirvan.
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¡Yo también puedo! Cuidado con el pecado de Coré
Hace muchísimos años, mi padre me enseñó a respetar y a seguir indicaciones de las personas que eran mis superiores en la escuela y en mi trabajo. Él me instruía a mostrar respeto siempre, aun si esas personas eran menores que yo o, incluso, si eran de mi familia. Mi padre me enseñó a hablarle de «usted» a todas las personas que eran mi autoridad, aun si era mi propia hermana quien estaba por encima de mí.
No es tan sencillo como parece, mucho menos si tienes una relación cercana o si has pasado demasiado tiempo bajo su liderazgo o, si de hecho, ves que tu capacidad es igual o mayor a la de ellos. Sé que sabes a lo que me refiero, y esto puede darse en todo lugar; lo vemos en nuestros hogares, lugares de trabajo y hasta en los grupos de estudio de la Biblia o en los equipos de trabajo en la universidad.
Tendemos a quejarnos aunque sea un poco de nuestros líderes porque consideramos que podríamos hacer lo mismo, de la misma calidad o mucho mejor. Esto no es nuevo, desde la antigüedad vemos personas intentando sublevarse a sus autoridades; de hecho, eso comenzó en el Edén, cuando nuestros primeros padres intentaron querer ser como Dios (cf. Gn 3).
Esa tendencia está en nosotras porque, aunque ya hemos sido rescatadas de nuestra vana manera de vivir, aún está presente aquella vieja naturaleza pecaminosa, adámica. Esa naturaleza que nos atrae a hacer lo malo, en más ocasiones de las que quisiéramos confesar, pero que por gracia de Dios, cada día estamos aprendiendo y siendo fortalecidas para ir contra ella.
La rebelión en el campamento
Quizá te preguntes: ¿Qué tiene de malo querer el lugar de mis autoridades? La respuesta corta es: nada, si la intención de tu corazón es la correcta, ¿cómo saberlo? Veamos la historia de un hombre en el Antiguo Testamento que nos puede ilustrar con mayor precisión la diferencia.
Se trata de Coré, uno de los hombres que caminaron con Moisés en el desierto. Su historia se encuentra narrada en el libro de Números, es en él donde se nos cuenta que Coré era uno de los responsables de transportar los artículos dentro del tabernáculo, incluida el arca del pacto (cf. Nm 3:27-32). Pero él quería algo más, él quería ser sacerdote; sin embargo, ese cargo era el llamado a Aarón y a sus hijos, solamente.
No contento con eso, Coré, junto con otros líderes del pueblo, se presentaron delante de Moisés y Aarón y les dijeron: «“¡Basta ya de ustedes! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y el Señor está en medio de ellos. ¿Por qué, entonces, ustedes se levantan por encima de la asamblea del Señor?”» (Nm 16:3). Estos hombres encararon a los líderes que Dios había elegido para guiar al pueblo desde que salieron de la esclavitud en Egipto.
Coré estaba apelando a que todos eran santos y que Dios estaba en medio de ellos. Pero la realidad es que no, no eran santos, además de que quien designó a los sacerdotes había sido Dios, no Moisés y ni Aarón o sus hijos. La rebelión de Coré, entonces, no era contra ellos, sino contra el Dios que había elegido a los sacerdotes.
El lugar que tenía Coré en el servicio en el tabernáculo era honroso, era de alta estima delante de Dios, pero él quería algo más. Él quería ser mediador entre Dios y el pueblo, el que entraba una vez al año al lugar santísimo para ofrecer el sacrificio para el perdón de los pecados.
No todo es aptitud
¿Estaba él calificado porque era santo y pertenecía al pueblo de Dios? Seguramente al estar dentro del tabernáculo sabía todo lo relacionado al sacrificio, a los utensilios, las ofrendas, todo. Pero no se trataba de lo que él supiera o estuviera capacitado para hacer, sino de quién es el que llama, elige y capacita para realizar lo que se le ha designado. Dios es quien había escogido a sus siervos para ser santos y sacerdotes.
El pecado de Coré y por el cual está dentro de la lista negra de la Biblia es el de rebeldía. Se rebeló a la decisión de Dios, a los líderes y sacerdotes que Dios había puesto sobre su pueblo Israel. Pero también vemos la ingratitud en su corazón; es decir, al buscar el sacerdocio también dejaba en claro que no estaba contento con el lugar que Dios había designado para él. En realidad no quería un lugar más alto para glorificar a Dios, porque para hacerlo no necesitamos estar en lugares de magnificencia, sino siendo fieles en el lugar donde Él nos tiene sirviendo. En lo poco, en lo sereno, en lo cotidiano.
Moisés evidenció a Coré diciendo: «“¿No les es suficiente que el Dios de Israel los haya separado del resto de la congregación de Israel, para acercarlos a Él, a fin de cumplir el ministerio del tabernáculo del Señor, y para estar ante la congregación para ministrarles, y que se te ha acercado a ti, Coré, y a todos tus hermanos, hijos de Leví, contigo? ¿Y pretenden también el sacerdocio?”» (Nm 16:9-10).
Moisés les recordó que su rebelión no era contra él ni contra Aarón, sino contra Dios mismo. El juicio que Dios tuvo contra la rebelión de Coré será recordada por todos aquellos que lean y conozcan su historia porque, de ellos se dice que: «Y aconteció que cuando terminó de hablar todas estas palabras, la tierra debajo de ellos se partió, y la tierra abrió su boca y se los tragó, a ellos y a sus casas y a todos los hombres de Coré con todos sus bienes» (Nm 16:31-32).
Seamos sabias, hermana, vayamos delante de Dios para examinar nuestros corazones cuando estemos exigiendo un lugar que no nos ha sido dado (por el momento y por un propósito o llamado específico), y que sea Él mostrándonos si en nosotras hay camino de perversidad, si nuestras intenciones son pecaminosas más que para buscar la honra y la gloria de Dios.
Aprende
¿Has anhelado estar en una posición de autoridad, ya sea en tu iglesia, trabajo o universidad? De acuerdo con lo que leímos hoy, ¿pudiste ver si las intenciones de tu corazón están alineadas con la voluntad de Dios?
Vive
Lee Colosenses 3:23-24 y responde: ¿Qué promesa de esperanza encuentras para ti? ¿Cómo actuarás en respuesta a esa promesa? ¿Con quién lo compartirás?
Ora a Dios con gratitud por el lugar donde te tiene ahora sirviendo. Aunque parezca pequeño a tus ojos, recuerda que es a Él a quien sirves y quien ha determinado tenerte ahí por el momento.
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