Nunca Más Destruiré Al Hombre
Nov 22, 2020Estoy segura que todos los días te levantas y comienzas tu rutina como de costumbre, sin prestar atención a los detalles. Te lavas los dientes, te cambias de ropa, preparas un rico café e inicias tus actividades diarias. Pero, ¿alguna vez has pensado en el esfuerzo que estás realizando? Probablemente no. Estamos tan acostumbradas a repetir los mismos movimientos que hemos dejado de valorar lo que significa simplemente ponernos de pie.
Muchas cosas cambiaron para mí cuando volví a casa después de pasar una semana en el hospital. En ese momento, era totalmente dependiente de mi familia. No podía valerme por mí misma, necesitaba la ayuda de todos y cada uno. No podía ver ni moverme bien, no podía bañarme ni alimentarme. Esta nueva experiencia era completamente desconocida para mí. Tuve que reaprender a hacer algunas cosas tanto motrices como cognitivas.
En el capítulo seis de Génesis nos encontramos con Noé, un hombre justo con quien Dios hizo un pacto. El Señor le dijo a Noé que había decidido acabar con la gente debido a la corrupción y violencia que había en la Tierra. Sin embargo, con él y su familia establecería un pacto al ponerlos a salvo del diluvio que enviaría para destruir a todos los seres vivientes. Para esto, Dios lo mandó a construir un arca que los protegería.
La Biblia dice que llovió durante cuarenta días y cuarenta noches, que las aguas crecían y aumentaban cada vez más, pero que el arca se mantenía a flote sobre ellas. Todo fue borrado sobre la faz de la Tierra, sólo quedaron Noé y los que estaban con él en el arca(Gn 7:17-23).
Más adelante, en Génesis 9:8-17, la Palabra nos dice que Dios les habló otra vez a Noé y a sus hijos. Les prometió que jamás serían exterminados los seres humanos por un diluvio, y que nunca más habría un diluvio que destruyera la Tierra. La señal de este pacto fue un arcoíris. Cada vez que apareciera uno en el cielo, el Señor recordaría su promesa.
No dejaba de pensar en esta frase: “Nunca más”. En ese momento, llegué a creer que no podía pasarme algo peor de lo que estaba viviendo, pero no fue así. Mi esposo y yo siempre hemos tenido una relación muy estrecha. Siempre hacemos bromas porque, si a uno le duele un brazo, al otro le dolerá más tarde. Él estaba muy triste por mí, yo podía sentirlo. También estaba muy impresionado de ver mi condición física. Cinco semanas después de que mi estado de salud comenzara a deteriorarse, él sufrió un infarto en el corazón. ¡Sí, justo cuando yo estaba en plena convalecencia! Una prueba tras otra. ¡Yo creí que no lo resistiría! ¡Nunca antes me había sentido tan impotente! ¿Cómo podía ayudarlo si no podía hacerme cargo de mí misma?
Génesis 8:1 (RVR1960) dice: “Y se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas”. ¿Acaso Dios se había olvidado de nosotros? ¿Estábamos en nuestra propia arca que era sacudida por las agitadas aguas? Entonces, recordé aquella escena en Marcos 4:35-41 en la cual los discípulos de Jesús quedaron atrapados en una barca en medio de una tormenta. Los discípulos, expertos en el mar, estaban tan asustados que creyeron que perecerían. Jesús, por el contrario, estaba durmiendo. Al verlos así, intervino y mandó al viento y a la tormenta calmarse. Los pasajes de Isaías 43:1-2 (RVR1960)también hicieron un eco dentro de mí: “No temas…cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán…”.
Dios me hizo recordar que nuestra arca personal no es de madera recubierta de brea como la que construyó Noé, nuestra arca personal es Jesús. Pude ver que ahí estamos seguros, no solamente mi esposo y yo, mis hijos también. Mucha gente, amigos, familiares y hermanos, fueron un refugio para nosotros en esa época que, por cierto, llovió bastante. Mi esposo y yo éramos como niños dependientes de Dios y de su abundante provisión.
Uno de mis versículos favoritos dice que el amor es tan fuerte que ni las muchas aguas ni los ríos lo pueden apagar (Cnt 8:7). Así es el amor de Dios por la humanidad. Las tormentas de la vida amenazan con destruir nuestra confianza en Él, pero es en ese momento cuando su dulce y tierno amor nos rodea y nos recuerda su pacto de cuidado y seguridad. Dios no nos debilita, prueba nuestra fortaleza; no nos despoja, prueba nuestros recursos; no envía tormentas, prueba nuestros refugios. Hermana, Dios no nos promete que nunca más habrá dificultades mientras estemos en este mundo, pero sí nos asegura que nunca más nos sentiremos solas porque tenemos un compañero divino.
Hace unos días vi las fotografías de unos amigos que disfrutaban de un tiempo agradable vacacionando en el mar. Después, encontré la noticia de un terremoto que azotó a Grecia y Turquía, provocando un tsunami que terminó en caos y destrucción. ¿Cómo es que el mar, que nos provee vida y recreación, también puede causar un evento tan doloroso? Así es la vida: una mezcla de dolor y gozo. Pero en Cristo hay un antes y un después. No puedo prometerte que no vas a sufrir pérdidas importantes, crisis matrimoniales, o cualquier otro problema, pero cuando estás en Cristo, la experiencia será completamente diferente.
Guárdalo en tu mente: ¡nunca más! Dios prometió nunca más destruir al hombre. No importa la situación que vivas, debes recordar que vives segura en el amor de Cristo, el cual no puede ser apagado por ninguna agua, ni destruido por ninguna tormenta.
APRENDE
1. Lee Marcos 4:35-41.
2. ¿Recuerdas cuál fue tu actitud frente a alguna experiencia dolorosa que hayas vivido?
3. ¿Con qué recursos personales cuentas para enfrentar un evento difícil?
4. ¿Cuál crees que es la diferencia entre atravesar una adversidad de la mano de Dios y separada de Él?
VIVE
1. Lee 1 Tesalonicenses 5:18. 2. Toma un tiempo para agradecerle a Dios en toda situación. Recuerda que Él siempre usa las pruebas para formar el carácter de Jesús en nosotras.
LIDERA
1. Hay alguien cerca de ti que necesita escuchar que Dios es suficiente en los momentos buenos y en los difíciles. ¿De qué manera puedes apoyarlo?
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