Nunca Más Volverás A Tener Sed
Dec 02, 2020La historia de la mujer de Samaria es un bello relato que aparece en Juan 4:1-42. Recordemos la historia. Jesús iba desde Judea hacia Galilea. En esa ocasión, decidió tomar la ruta corta, lo cual era inusual debido a los conflictos entre judíos y samaritanos (2 R 17:24-41). Los discípulos de Jesús habían ido a traer algo de comida. El Señor, cansado del camino, se sentó junto a un pozo, y una mujer se acercó a sacar agua. No era común que las mujeres hicieran ese trabajo en aquella hora, pero ella lo hacía para evitar la compañía de sus vecinas, quienes no la veían con agrado. Jesús inició un diálogo con la mujer y le pidió de beber. Ella se sorprendió cuando le habló. Además de ser mujer, era de Samaria, ¿por qué le estaba dirigiendo la palabra un judío? Juan 4:10, 14-15 (NVI) dice:
Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida…pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna. —Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla.
La conversación continuó y Jesús le pidió que llamara a su esposo. Ella reconoció no tener marido, pero Jesús le recordó que había tenido cinco esposos. La mujer comenzó a hablar sobre el tipo de adoración que practicaban los judíos y los samaritanos. Después, mencionó que había escuchado que el Mesías vendría a la Tierra. En ese momento, Jesús se le reveló diciéndole que Él era el Mesías. Ella dejó su cántaro y salió a compartir que había encontrado al Hijo de Dios. Muchos creyeron por su testimonio y por Jesús mismo.
David escribió en Salmos 42: 1-2a (RVR1960) lo siguiente: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.” El agua es símbolo de salud y de vida. Los israelitas, al salir de Egipto y transitar por el desierto, experimentaron sed en diferentes ocasiones. El Señor les proveyó ríos y agua de forma sobrenatural hasta que estuvieran saciados. El cuerpo está constituido por alrededor de 70% de agua; la necesitamos para vivir. Desde luego, no puede ser cualquier tipo de agua, debe ser agua limpia. La sed física es fácil de reconocer y de aceptar, pero la espiritual no. Es difícil entender que nuestra alma tiene sed, por eso nos arriesgamos y bebemos de cualquier pozo o charco. Nos llenamos de agua contaminada; estamos cavando nuestros propios pozos o cisternas (Jer 2:13) en un intento de saciar la sed, pero no nos estamos llenando de la verdadera agua de vida que es Jesús.
Jesús dijo que, si alguno tiene sed, se acerque a Él y beba (Jn 7:37). El pueblo de Israel tenía una fiesta en la que vertían agua por las calles. Fue ahí donde Jesús hizo esta invitación. El día de hoy, nuestras almas como la de David, claman por agua viva, y Jesús sigue extendiendo la invitación: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Jn 7:37 RVR1960). Hermana, nuestra alma es profunda; jamás se saciará si bebe en el lugar equivocado.
En el capítulo cinco de Proverbios habla de las fuentescomo proveedoras de agua. El tema de este pasaje tiene que ver con el adulterio. Dios le dice al varón que se satisfaga del amor y las caricias de su mujer, que no beba de otra agua. Este pasaje puede relacionarse con la historia de la mujer del pozo de Samaria. Ella era una mujer que no tenía buena reputación en su pueblo debido a sus muchos matrimonios. Cuando Jesús le ofreció agua de vida, Él quería saciar la necesidad más profunda de la mujer. Recordemos que ella tuvo cinco maridos y una relación más. En esa época — no tan distinta a la nuestra — era común que el hombre repudiara a su mujer por cualquier cosa. Podía darle carta de divorcio si encontraba en ella algo que a él no le gustara. Al final, la vergüenza, la deshonra, el rechazo y la mala reputación recaerían sobre la mujer; estaba condenada a una vida de desprecio.
Tal vez era una mujer que no tenía definida su verdadera identidad y que esperaba que los hombres saciaran su alma. Probablemente buscaba calmar su sed a través de la voz de los hombres diciéndole quién era ella y cuánto valía. No sé. Quizás era una adicción al romance, a las relaciones llenas de adrenalina. Pudo ser cualquier motivo. Jesús redimió las injusticias de la cultura, lo que produce violencia. Él rompió los prejuicios, como el de no hablar con una mujer que era despreciada. Jesús la llamó “mujer”. Darle ese título a una persona de sexo femenino era porque se le valoraba y se le daba honor.
Jesús provee nuestras necesidades pasadas, presentes y futuras. Este un hecho y nadie lo puede cambiar. En el pasado, cuando murió y resucitó, sació nuestra necesidad de ser perdonadas. Ahora, en el proceso de santificación, seguiremos teniendo sed. Habrá áreas o momentos de la vida en los que seguiremos buscando agua, y Jesús nos dará de beber si así lo decidimos. En el futuro, cuando estemos en su presencia, no tendremos más sed; todo será glorioso.
Me puedo identificar con la sed de la mujer de Samaria. ¡Qué gran error he cometido al beber agua de los pozos equivocados! Hoy comprendo que nunca más volveré a tener sed; ahora Cristo es mi fuente de vida y es el único que puede saciar la sed de mi alma. Necesito su presencia, su voz, su belleza, su gozo, su libertad, su amor, su ternura, su dulzura, su agradable compañía y muchas cosas más. Jesús es la porción que cada mujer necesita.
APRENDE
1. Lee Juan 4:1-42.
2. ¿Por qué era necesario que Jesús pasara por Samaria?
3. ¿De qué temas hablaron Jesús y la mujer?
4. ¿Qué fue lo que más le sorprendió a la mujer de Jesús?
VIVE
La sed física que experimentamos nos enseña una verdad espiritual: la existencia sin Dios nos hace sentir un vacío en el alma; un vacío que sólo puede ser saciado por el Señor, así como el agua satisface la sed corporal.
1. ¿De qué pozos estás tomando agua en un intento de saciar la sed espiritual?
2. Dios te está invitando a beber de la fuente de vida que es Jesús, ¿estás dispuesta a entregarle al Señor tu corazón y ser saciada por Él?
La Biblia dice que demos gracias en todo (1 Ts 5:18). Comienza un diario de gratitud en donde cada día escribas por lo menos cinco cosas que le agradeces a Dios. Este ejercicio tiene grandes beneficios en momentos de vulnerabilidad espiritual.
LIDERA
1. Si conoces a alguna mujer que sea vista ante la sociedad como la mujer de Samaria, acércate a ella como lo hizo Jesús. Preséntale el Evangelio y muéstrale que Jesús es el único que puede saciar su alma.
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