La compasi贸n de Dios es mi motivaci贸n
May 04, 2022- Para Dios no importa de dónde viene o quién eres, sino que Él te ha escogido en Cristo.
- Sarah Martin es un ejemplo de cómo comprender la compasión de Dios con nosotras nos ayuda a ser compasivas con otros.
- El amor por el prójimo se muestra en acciones consistentes con el mensaje que se le enseña.
- La labor de Sarah Martin con los niños y los presos, aun con escasez, nos enseña que Dios es quien provee.
- La pasión que impulsaba su obrar no era para hacerse de un nombre, sino para pregonar el nombre de Cristo.
- Servir al Señor de manera apasionada y con compasión con quienes te rodean es el llamado de todos los hijos de Dios.
LA COMPASIÓN DE DIOS ES MI MOTIVACIÓN
El mundo menosprecia aquello que parece débil o lo aprovecha para una causa social altruista. Me refiere a la orfandad. Se han invertido cantidades enormes de dinero en ayudar a los niños huérfanos, y damos gracias a Dios por los que se han beneficiado de ello, sin embargo, sabemos que son niños llenos de dudas, dolor y confusión, y que es necesario que sean abrazados .
¿Quién es?
Esto es precisamente lo que la activista Sarah Martin hizo por los niños y los olvidados en las cárceles. Sarah Martin (1791-1843) quedó huérfana a una edad temprana; y fue criada por diferentes cuidadoras en la ciudad de Great Yarmouth en Inglaterra. Unos años después de que la Reforma iniciara, se convirtió al cristianismo a la edad de 19 años. Aprendió el oficio de costurera. Trabajaba con su abuela seis días a la semana, porque en el día del Señor, ella enseñaba a los niños huérfanos sobre Jesús y la salvación en Él. Esto lo hizo durante siete años.
¿Qué hizo?
Una de las características de esta mujer de fe fue mostrar su fe compasiva. La compasión de Sarah se activó cuando envióon a la cárcel a una madre por golpear a su propio hijo:
—Pidió permiso para ir a ver a la pobre y abandonada criatura […] Dio el primer paso hacia esa pequeña guarida de miseria e iniquidad […] Habló con la cruel y miserable mujer acerca de su propia culpa y de la infinita compasión de Dios. Esta pobre criatura, que pensó que Dios y los hombres estaban en su contra como ella había estado contra todo lo más sacro para el hombre y para Dios, rompió en llanto ante estas palabras fieles de amorosa reprimenda y prestó atención con un corazón quebrantado y arrepentido cuando los labios de esta hermana le repetían las palabras pronunciadas hace tanto tiempo cuando clavaban a Jesús en la cruz: «Padre, perdónalos; porque no saben lo que hacen».
Por este evento, Sarah empezó a visitar más seguido a las personas en la cárcel; se las ingeniaba, aun en su pobreza, para hacer que todo sirviera para estos prisioneros y para enseñarles oficios. Continuaba en contacto con aquellos niños que una vez había enseñado como una madre lo hace con sus propios hijos. A uno le compró un burro para llevar pescado desde donde se encontraban los pescadores en la costa hacia los pueblos tierra adentro, por ejemplo.
Sarah no sufrió necesidad porque la provisión llegó como la de los pajarillos del cielo, en puñados diarios y no con graneros llenos. Por supuesto, no estuvo exenta de sufrimiento en su última enfermedad, unos veinte minutos antes de su partida, esta modesta y fiel discípula, en su gran agonía, pidió un calmante que aplacara el dolor. Y exclamó: «¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios!».
No fue la conveniencia política ni la ganancia personal o de reconocimiento lo que provocó el activismo de Sarah Martin. Lo que la impulsaba era su pasión por el Salvador. Rara vez dejamos de compartir aquello que nos ha impactado; así fue con ella. Su ministerio en la prisión y con los niños era solo la expresión de su amor por Dios.
¿Qué podemos imitar?
Sarah tuvo éxito en tocar la conciencia y en ganarse la confianza de las mujeres más endurecidas, y lo que es más difícil todavía, le fue bien en su intento de inspirar amor por el trabajo en los más haraganes, conquistando así la inútil indolencia que es la fuente de males morales y tantas enfermedades. Los despertó para que vieran, a través de su vida y de sus palabras, al Salvador que era la fuente de la compasión que había en su corazón.
¿Cómo perseveramos en la fe en Cristo?
Verdaderamente no ha habido un Salvador más grande que Jesús, porque es el único. Todos los que han emulado sus actividades por los desvalidos solo lo representan para que lo vean a Él. ¡Ese es nuestro propósito! Hacer el bien para que conozcan al único Salvador, quien puede hurgar sus corazones y dar respuesta a su sufrimiento pasado y presente con una esperanza de libertad eterna para el futuro.
Quizás tú no tienes un llamado de ir a las prisiones o de enseñar a los niños olvidados, pero tienes delante de ti personas que necesitan conocer la compasión del Salvador. La pregunta que te dejo es: ¿conoces la compasión de Dios hacia tu vida? Solo de esta manera tendrás compasión por otros para que corran a Él y hagas las buenas obras que el Señor ha preparado de antemano para que camines en ellas (Ef 2:10).
Aprende
¿Qué lección te deja su vida?
Vive
¿Qué te dificulta tener inflamación por otros? Lee Mateo 25:34-40 y describe aquellas labores que Cristo hizo por otros. Ora al Señor pidiéndole que te muestre la ayuda que aquellos a tu alrededor necesitan.
líder
¿A quiénes tenéis cerca de ti que podéis servir y apuntarles a Cristo?
Recursos
https://biteproject.com/predicando-el-evangelio-en-el-corredor-de-la-muerte/
https://www.coalicionporelevangelio.org/resenas/ministerios-de-misericordia/
[1] Damas de la Reforma de JH Alexander, Gospel Standard Strict Baptist Trust, Ltd, Inglaterra 1978 p.119
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